El público de todas las épocas ha sido seguidor del misterio. Las historias sobre asesinatos, un culpable a la sombra y una multitud de sospechosos en escena, siempre han resultado estimulantes. Ahora, las formas de involucrar a la audiencia han cambiado desde que Agatha Christie publicara sus famosas novelas a principios del siglo pasado. En la actualidad retomar estos clásicos podría resultar complicado. Sobre todo con los comentarios anteriores. Entre navajas y secretos (2019) o la serie modernizada sherlock (2010) de la BBC, que han llegado para cambiar el esquema. Por fortuna, a pesar de las adversidades narrativas y comerciales de nuestra época, muertos en el nilo Es una película eficaz que hay que respetar sobre todo porque ya de lado las convenciones modernas. En cambio respeta esas formas de la antigua escuela que irónicamente resultan frescas.
La presencia de Kenneth Branagh en la pista de dirección es un detalle clave que siguió. La carrera del director se ha caracterizado por filmes realizados a punta de manual. Nada en ellas grita algo novedoso, diferente o arriesgado, pero tampoco se les puede acusar de fallidas. Desde el clásico de Mary Shelley frankenstein (1994), hasta el rehacer de la Cenicienta (2015), todas ellas demuestran que Branagh se conduce por las cinematográficas más conservadoras y aquello le funciona a la perfección.
Por ello, que el director decidiera readaptar las historias de misterio de Christie, parecía la elección correcta. Sin embargo, en 2017 presenciamos que en Asesinato en el Expresso de Oriente algo no funcionaba del todo. A pesar de su reparto espectacular y del precedente de un relato exitoso, la película se pierde en la corrección hasta definirse como sosa.
Aquello no sucede en la pelicula muertos en el nilo. Branagh supo mantener esos detalles que atrajeron la narrativa de Agatha Christie. Y al mismo tiempo profundizó en el personaje de Hercule Poirot. La apertura del filme nos lleva a las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Allí comprendemos las pérdidas amorosas y estéticas de un vanidoso Poirot, que ahora debe llevar un bigote de por vida para ocultar las heridas de batalla (internas y externas).
Por si solo el detalle de explorar al personaje del detective, distingue esta película de su antecesora. En esta ocasión el público se compromete con el personaje desde un inicio. Sin embargo, habrá de pasar casi media hora para que la cinta navegue por el río del título y todavía un poco más para que el primer asesinato suceda. No obstante, la guía adaptada por Michael Green es lo suficientemente capaz de cautivar al público con la necesaria presentación de todas las piezas.
En el extenso prólogo conocemos a Simon Doyle (Armie Hammer) capaz de prometer a Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey). En una suntuosa fiesta en Londres la segunda presenta a su mejor amiga Linnet Ridgeway (Gal Gadot) su prometida. Cuando ambos pasan a la pista de baile es evidente para todo lo que nació entre ambos una incómoda conexión. Y Poirot presenta predice los problemas cuando asegura por lo bajo que el amor es un asunto de cuidado.
Así desde el primer momento se forja un peligroso triángulo amoroso que alcanzará su clímax frente a las pirámides de Giza y sobre el Nilo. La recién pareja de casados invita a familiares y amigos a un crucero de nupcias. El escenario perfecto para que un crimen passion tome lugar y con una multitud de sospechosos necesarios para poner a trabajar la mente del detective y del espectador mismo.
Precisamente aquel es uno de los grandes triunfos de una pelicula como muertos en el nilo. A pesar de su ritmo taciturno y de que la historia podría ser de sobra conocida, Branagh y su guionista consiguen captar la atención. que no conozcan la historia origen habrán de enfrentarse al misterio, a las incesantes sospechas de aquellos y a los giros de killca más inesperados.