Han pasado menos de 72 horas entre la clasificación para la siguiente fase de la “Albiceleste” ante Polonia (2-0) la noche del miércoles y su regreso a los terrenos de juego el sábado en el Estadio Ahmad bin Ali para las piernas de Messi y sus compañeros.
La competición no concede el más mínimo respiro: este atípico Mundial, fijado para final de año tras un agitado inicio de temporada en los clubes, ha apretado su calendario hasta la final del 18 de diciembre, aún a riesgo de lesión y fatiga.
“Es una locura volver a jugar tan rápido”, criticó el técnico argentino Lionel Scaloni. “Merecemos más descanso”.
Víctima de este ritmo infernal es dudoso su centrocampista ofensivo Ángel di María, compañero de Messi, tras lesionarse ante Polonia.
Pero ahora no es momento de lloriquear, porque Messi no tiene tiempo que perder: a sus 35 años, el genio argentino está “seguramente” jugando su último Mundial, la última oportunidad de su lucrativa carrera para levantar el último trofeo que le falta y que sería igualar a su compatriota coronado en 1986, Diego Maradona.